Historia de los Hatch
Sanford
"Sandy" Hatch fue un acaudalado corredor de bolsa de Wall Street,
residente en Long Island, New York. Era una exquisita persona, muy
reservado, que criaba y jugaba gallos por puro placer. Hay muchos
relatos que narran la magnificencia de este hombre, quien casi siempre
donaba las ganancias obtenidas gracias a sus ejemplares a sus
colaboradores: pastores (galponeros), amarradores y soltadores
(careadores). Sin embargo, su egoísmo y sus ganas de ganar le impedían
vender aves o regalarlas. Se dice que los únicos gallos que salieron de
su corral fueron los que le robaron al terminar una jugada y que
originaron la estirpe de los denominados Albany. No obstante, él era
amigo de los mejores criadores de esa época y sin duda con ellos sí tuvo
intercambios.
Sobre
las primeras aves que crió el señor Hatch hay muchas versiones y
ninguna es exhaustiva. La más creíble es la de su fraternal amigo, el
juez John Leiper, quien relata que él las obtuvo de un criador
desconocido de Long Island y que, probablemente, eran producto de un
apareamiento entre un gallo Whitehackle, de Michael Kearney, con
gallinas Brown Red. Sin duda, los cruces y los refrescos se sucedieron
en el transcurso de los años, hasta originar gallos muy encastados, que
fueron ganadores por treinta años seguidos.
Hatch
jugaba casi todos los compromisos en el club de Tom Foley, en Troy, New
York, ubicado a 340 kilómetros de su casa. Sus animales eran de dos
tipos: patas verdes y patas amarillas, indistintamente con cabezas
cuadradas o redondas, aun si las redondas aparecían más en los de patas
verdes. Eran gallos colorados, más o menos de intenso a variada
tonalidad; en su mayoría pechos negros, salvo algunos de color jengibre
en su totalidad. El estilo de juego de estas aves era de piso, estaban
perfectamente adaptados al gaff de pulgada y media, el arma usual en el
norte. Eran extremadamente heridores y se crecían al castigo. En las
tres décadas que jugó en el club de Foley, no le vieron correr un gallo y
su récord de victorias nunca fue deficitario. El señor Hatch gustaba de
referirse a sus aves como "Shock Troops" (tropas de choque).
El
grupo más selecto de amigos y colaboradores del señor Hatch estaba
conformado por su fiel pastor Warren "Red" Freeman, quien anteriormente
era entrenador de caballos de carrera y trabajó con Hatch hasta su
fallecimiento. Lo sustituyó Heinie Mathesius, quien se quedó hasta la
muerte de su patrón (dos pastores en una vida nos habla del señorón que
debía ser Hatch). Su amarrador de confianza fue Fred Stoppel y el
soltador que más empleaba era Harry Kearney, hijo de Michael,
precisamente el que trajo los mejores Whitehackle a América desde
Inglaterra.
Otro
personaje muy importante en la vida de Hatch fue su socio silencioso
Jim Thompson, mayor que él y poseedor de unas aves coloradas patas
verdes, cuya procedencia nunca se supo y que al ser apareadas con los
animales del señor Hatch producían gallos de gran efectividad en la
cancha. Fueron socios desde el inicio de los años veinte hasta el final
de dicha década, fecha en que muere Thompson. A su muerte, Hatch heredó
todas sus aves y formó una única familia.
Tras
el deceso de "Red" Freeman en mayo de 1931 y su sustitución por Heinie
Mathesius, el nuevo pastor trajo consigo sus gallos Whitehackle junto
con otros, tal vez Gulls, tal vez Lawman o Robinson. Desde entonces, las
aves del señor Hatch empezaron a presentar plumas blancas en las alas y
cola, hecho nunca antes visto. Algunos señalaron que estos gallos eran
mejores que los anteriores, mientras muchos sostenían que habían perdido
poder y corte. Hatch ya en ese entonces debía de tener más de setenta
años y su estricta disciplina se ablandó un poco, permitió cruzas y
ventas en su gallera como nunca antes había acontecido. Se dice que las
aves de Mathesius tenían infusión de Asil y, según muchos, afectaron a
la estirpe original.
E.T.
Piper, editor de la revista The Feathered Warrior, cuenta que en 1939,
en el transcurso del derby de pollos en Troy, el pastor de Hatch le
enseño unos animales que supuestamente eran cruza de Hatch con Claret y
que fueron vendidos al señor Cooke por Mathesius, a quien el señor Hatch
se los había obsequiado. El señor Cooke los jugó en junio siguiente en
Ruleville y se dice que nadie vio anteriormente gallos tan excelentes.
El
señor Hatch nunca preparó, amarró, ni soltó un gallo. Pero es muy
cierto que conocía a cada uno de sus ejemplares: su estilo, capacidad,
peso y siempre sabía contestar a las preguntas de cualquiera. Sin
embargo, al igual que con otros legendarios criadores del siglo XX, la
forja de su cría permanece en el misterio, ya que él realizó un
sinnúmero de refrescos y nadie sabe o supo -y menos se sabrá- lo que
conservó y descartó en su oportunidad. Hoy en día, sus aves son todavía
la base de las modernas líneas de combate, cualquier criador que busque
inyectar casta en sus animales usa Hatch. Lo mismo vale para el poder,
el corte y, ¿por qué no?… lo bonito, aunque es sabido que el señor Hatch
nunca seleccionó en función de la pluma.
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